domingo, 28 de febrero de 2010

LAS HORAS!!!!

Los años pasan, las horas pasan rápidas como liebres, y qué decir de los minutos que a partir de una edad ya ni se cuentan. A partir de un momento despertamos diciendo, ¿ya es la hora? Y por la noche, al apagar los ojos, preguntamos, ¿ya es la hora? Cuántas desperdiciamos cada día en comernos el coco, por ejemplo, en pensar en ayer, que sólo es dulce cuando el recuerdo del ayer es dulce. Pero no, somos tan tontos los seres humanos que contamos pasados tormentosos y hacemos del recuerdo pesadilla. Cuántas horas perdemos en los miedos. Miedo a perder lo que tenemos hoy, lo que vendrá mañana; cuando mañana es sólo una palabra, un incierto lugar que no sabemos. Llegamos a creer que somos inmortales cuando estamos arriba de la ola, y cuando no, cuando la vida nos baja la caña, tememos a la parca con el sabor a pena del presente. La vida no es en eso demasiado canalla, la vida poco a poco nos va haciendo más niños, más dolidos, más nada, por lo que estoy seguro de que la muerte llegará de otro modo y en otro corazón ya fatigado. ¿Para qué entonces abrazarla ahora, con el cuerpo y la mente más o menos enteros? Hay horas, tantas horas perdidas en el tiempo sucinto de los que aman la vida: las horas de la lucha por absurdos deseos, por tener cosas de esas que no sirven de nada, por llegar a la meta y quedarnos vacíos, por perder los momentos de decir te amo. Hay horas tan inquietas, tan cortas por idiotas, tan echadas al fuego del adentro… Y sólo, estoy seguro, son las horas serenas las que nos hacen libres. Esas horas en las que el miedo se aparca en los garajes, en que la cafetera silba su calorcito, en la que los zapatos no hacen daño, en la que del abrazo los latidos perduran otras horas. Y en las horas serenas el reloj no se mira. Porque todo es presente. Un presente infinito.

Subo esta cancion para compartirla!!!
a mi particularmente me encanta!!! y la pelicula la recomiendo enardecidamenteeeeee!!!!





Seguiremos buceando...

lunes, 22 de febrero de 2010

"JUAN SIN MIEDO"

Hace mucho tiempo vivía un joven llamado Juan que no conocía lo que era el miedo.
-Cuando oigo las historias de monstruos y fantasmas que alguna gente cuenta, no les entiendo cuando dicen que se sienten aterrorizados- le dijo un día a su padre.
Así que decidió hacer las maletas y salir en busca del miedo.
Llevaba ya todo el día caminando sin que aquéllo que buscaba se apareciese por ningún sitio. Caía la noche y tenía que buscar un lugar donde dormir. Así que llamó a la puerta de una casa que parecía abandonada.
-¿Quién osa llamar a mi puerta?- dijo una desagradable voz. Y una bruja horrible, fea y mala abrió la vieja puerta de la casa.
- Le haré una pócima para envenenarle y comérmelo después- pensó la bruja. Y le dejó pasar.
Juan, que estaba hambriento y no se había asustado todavía ni por la bruja ni por la casa, probó el brebaje, pero enseguida lo escupió gritando:
- ¡Qué mala está esta sopa!
- ¡¿Cómo?! ¡Qué chico tan maleducado! ¡Fuera de mi casa!- le dijo la bruja echándole con la escoba.
Y Juan tuvo que proseguir su camino en busca del miedo y sin cenar. Y andando, andando, se topó con un enorme ogro que gritaba y temblaba:
-¡Ven aquí!- le dijo a Juan- Tengo mucho frío y me voy a hacer un abrigo con tu piel.
Juan, lejos de asustarse le respondió:
-¿Con mi piel? Con lo pequeño que soy no tendrás ni para un guante. Mejor toma la ropa que guardo en mi maleta y hazte un gran traje.
El ogro en agradecimiento le preguntó:
-¿Qué puedo hacer para recompensarte?
- Yo sólo quiero aprender lo que es sentir miedo y no lo consigo- le dijo Juan entristecido.
- Quizás allí puedan ayudarte- le dijo el ogro señalando a lo lejos - En lo alto de esa montaña hay un castillo encantado por un malvado mago. El rey que allí gobierna ha prometido la mano de su hija a aquel que consiga pasar tres noches seguidas y recuperar el castillo. Hasta ahora, todos los que lo intentaron huyeron asustados o murieron de miedo.
- Puede que allí pueda sentir el miedo-pensó Juan y se marchó corriendo.
Y era cierto, al llegar, el monarca le contó lo que debía hacer:
- Si consigues pasar tres noches dentro, te concederé la mano de mi hija y la mitad de mi reino. - Se lo agradezco- le respondió Juan- pero yo sólo quiero saber lo que es el miedo y dormir un poco.
El rey, que no guardaba muchas esperanzas de que consiguiera pasar ni siquiera una noche allí se despidió diciéndole:
- Cada mañana iré a verte. Si continúas allí cumpliré mi promesa.
Y Juan se dispuso a pasar la primera noche en el castillo embrujado. Pero cuando ya había cerrado los ojos, un aullido impresionante le despertó:
- ¡Uuuuuuuuuh!- Un fantasma tenebroso se deslizaba sobre el suelo y se dirigía a Juan.
-¿Quién eres tú que te atreves a despertarme?- le preguntó Juan furioso, que no conseguía dormir.
- ¡Uuuuuuuuuuh!- repitió.
Pero como no contestaba y no dejaba de emitir esos molestos alaridos Juan Sin Miedo le tapó la boca con una bandeja que adornaba la mesa. El fantasma se quedó mudo y Juan trató de dormirse.
A la mañana siguiente el rey apareció por el castillo como había avisado el día anterior. Y al ver a Juan feliz y contento se asombró enormemente, pero le recordó que aún le quedaban otras dos noches.
Pasó el día y se puso el sol y como la noche anterior el sueño de Juan fue interrumpido por otro ruido de fantasmas. -¡Qué pesados! No me van a dejar dormir esta noche tampoco…
Y agarró la sábana que cubría al fantasma para sonarse la nariz. Así que el espíritu salió corriendo empapado.
Y llegó la tercera noche. Juan Sin Miedo ya dormía cuando escuchó acercarse a una momia espeluznante. Y preguntó:
- Dime qué motivo tienes para romper mi sueño. Como no contestaba, agarró un extremo de la venda y tiró. Retiró todas las vendas y encontró al mago:
- No puedo usar mi magia. Déjame libre y romperé el encantamiento- le pidió asustado el mago. Y así fue como se rompió el hechizo del castillo, el rey cumplió su promesa y Juan se casó con la princesa. Pero no acaba aquí la historia. Los nuevos príncipes todavía no eran felices ni podían comer perdices porque Juan no conocía el miedo. Así que cierto día en que el ahora príncipe dormía, la princesa decidió sorprenderle regalándole una pecera. Pero tropezó al inclinarse, y el contenido, agua y peces cayeron sobre el lecho que ocupaba Juan.
- ¡Aaaaaaaah! - exclamó Juan al sentir los peces en su cara - ¡Qué miedo!
La princesa reía viendo cómo unos simples peces de colores le habían asustado. - Te guardaré el secreto, dijo la princesa. Y eso hizo, y aún se le conoce hoy como Juan Sin Miedo.

viernes, 19 de febrero de 2010

RESIGNACIÓN!!!

Me cuenta un amigo que está leyendo un libro ( que , por respeto, no mencionaré) , pero que ha tenido que tragarse 300 páginas muy aburridas para por fin llegar a una parte más divertida e interesante. Y yo le contesto que lo encuentro excesivo. Puedo entender que uno sacrifique su tiempo durante 20 o , como mucho , 30 páginas, ¿pero 300 páginas? E , inevitablemente , esto me recuerda a cuando escucho a alguien contando los días para su jubilación. Diría que se pasan 300 folios de sacrificio para llegar a una jubilación en la que les espere, por fin, la parte divertida e interesante de su vida. Pero es que vida, por ahora, sólo tenemos esta. ¿30 años de resignación no son demasiados años? ¿30 años de aburrimiento para llegar a una jubilación y así poder dejar de aburrirte no es un plan un poco triste? Quizás a mi amigo le compense haber leído esos folios prescindibles, pero mientras se resignaba en ellos, podría haber estado leyendo cosas interesantes desde la primera línea. Y quiero creer que tenemos a nuestro alcance una vida interesante desde ahora mismo, que todas las posibilidades nadan en el océano de nuestro cuerpo permanentemente. Que estamos sembrados por miles de semillas deseando florecer para mostrarnos los pétalos de nuestras infinitas capacidades. Pero no, generalmente, preferimos dinamitar nuestros días a la espera de lo que está por venir. Pero lo que está por venir no siempre viene, a veces hay que ir a buscarlo ( hago un inciso para ir a buscar un té y ser así coherente con mis argumentos). Es como si el presente no importara en absoluto y toda la relevancia estuviera depositada en un futuro inventado.
Tengo amigos de menos de 30 años opositando para trabajos que, de entrada, ya saben que odiarán. Gente muy joven que ha descartado cualquier destello de improvisación para entregarse a una sobrevalorada y engañosa estabilidad.
Un espejismo llamado bienestar que consiste en quedarte en donde estás todo el tiempo que puedas y evitar que la vida te arranque cualquier pensamiento liberador. No entiendo que la motivación por una seguridad futura engulla de un trago el impulso de la aventura y la pasión de estar vivo. No entiendo que hoy reste y mañana sume. Mentira, sí lo entiendo. Entiendo el miedo o , más bien, el terror a la indigencia, lo que no entiendo es que asumamos vivir sometidos a nuestros miedos y que , además, inventemos un recurrente discurso que justifique nuestra falta de valor. Siento como si derramáramos nuestros valiosos minutos por las alcantarillas de una sociedad que nos anima a agazaparnos . Lo triste es que escuchemos atentamente el mensaje estático que nos infiltran cada día. Lo triste es que sigamos clavados en la resignación. Y está claro que todos trabajamos para vivir, pero , como se preguntaba alguien el otro día: ¿para qué vivimos? Puede que haya gente a la que no le haya quedado más remedio que vivir la mitad de su existencia enclaustrada en un aburrido prólogo , pero a los que todavía estáis a tiempo , yo os animaría a que elijáis bien vuestros libros…

Seguiremos buceando por estos lares!!!

LA LECCIÓN DE CELIA!!!

¡Mamá!, ¡mamá! –gritaba Álvaro mientras corría despavorido hacia la habitación de sus padres.
¿Qué te sucede hijo? –le preguntó mamá
Hay una mano mamá. Hay una mano verde y peluda. Me ha agarrado de los pies y me apretaba muy fuerte. La mano hablaba mamá. Me decía que me iba a arrastrar al ático para encerrarme hasta que dejase de ser un enano “cobardica”
¡Celia!- grito mamá
La puerta de la habitación de la niña se abrió y asomó una carita pecosa -¿Qué pasa mami?
¿Cuántas veces te he dicho que no asustes a tu hermano, Celia? –la preguntó mamá
Una amplia sonrisa se dibujó en la cara de la niña. –Es que es tan divertido, mami
Celia tenía 12 años, dos más que su hermano pequeño Álvaro.
Era una niña alegre, listilla, traviesa y con una desbordante imaginación. Lo que más le gustaba en el mundo era asustar a Álvaro.
Inventaba historias de monstruos “come-niños” de vampiros” chupa-sangre” o de brujas que convertían a los hermanos pequeños en sapos para después cocinarlos en sus calderos.
Aprovechaba cualquier ocasión para asustar a su hermanito. Se escondía detrás de las puertas, se metía dentro de los armarios, se colaba debajo de las camas y le encantaba disfrazarse de la manera más terrorífica.
Me da igual que protestes Celia. No vas a venir con nosotros al Centro Comercial. Estás castigada –le dijo mamá. Mientras, Celia no paraba de quejarse.
Tienes la cena en el microondas. Haz los deberes y recuerda que bajo ningún concepto debes de abrir la puerta a nadie. Y nada de tele. Llegaremos alrededor de las diez.
¿Lo has entendido todo? –Si mamá, dijo Celia con desgana.
No era justo. Solo le había dado un susto pequeñito. Tampoco había sido para tanto. No entendía porque mamá se había enfadado tanto.
Esperó a que el coche se alejara por el camino y bajó corriendo al salón. Decidió que los deberes tampoco corrían tanta prisa. Era viernes y tenía todo el fin de semana para terminarlos. ¿Verdura? ¡Puaf! Un bol de palomitas con mantequilla sería mejor cena. Y de postre… ¡helado!
Celia se había quedado dormida en el sofá. Miró el reloj y advirtió que eran más de las doce. Se levantó enfadada. Seguro que estaban en la hamburguesería. ¡No era justo!
De repente, calló en la cuenta de que estaba sola en casa y que era la hora de las brujas. Celia no seas tonta, si las brujas no existen, se dijo a si misma. Una risa atronadora llenó el salón y notó como a su espalda una sombra cruzaba el comedor
Celia corrió despavorida hacia la puerta principal. La abrió y cuando se disponía a salir por primera vez en su vida sintió miedo. En el exterior se cernía la más negra oscuridad.
El viento agitaba las ramas de los árboles y daban en los cristales del piso de arriba. ¿Y si en realidad era un vampiro esperando para que le abriese la ventana? Porque como le había contado a su hermano en cientos de ocasiones los vampiros tienen que ser invitados y una vez que les has dejado entrar estás perdido. Se abalanzan sobre ti y te chupan la sangre hasta que no queda ni una gota.
Iría a su habitación. Allí estaría segura. Subió todo lo deprisa que pudo la escalera y con un sonoro portazo cerró la puerta. Buscó el interruptor a tientas y lo pulso. La luz no se encendía. ¡La luz no se encendía!
¡¡¡Ahhhhh!!! Algo peludo le había rozado el hombro. ¿Seria verdad que debajo de las camas y dentro de los armarios habitaban los monstruos con los que cada noche asustaba a su hermano?
Se metería en la cama y se taparía con la sabana hasta la cabeza. Si eso es lo que haría. Pero al instante deshecho la idea. ¿Acaso las sabanas la protegerían de los afilados colmillos del vampiro, de las poderosas garras del monstruo peludo o de la bruja con su maléfica risa?
Una mano empezó a zarandearla. Gritó, gritó todo lo fuerte que pudo y no dejó de gritar hasta que escuchó la voz de su madre intentando hacerla callar.
-Celia, ¿acaso te has vuelto loca? ¿No te das cuenta del susto que nos has dado?
Celia no dejaba de llorar y relataba entre hipidos lo que le había sucedido esa noche.
-¡Ya está bien! Esto pasa de castaño oscuro. Deja de decir mentiras. Los vampiros solo existen en las películas, las brujas solo viven en los cuentos de hadas y te puedo asegurar que los monstruos peludos no viven en los armarios ni esperan agazapados debajo de las camas para llevarse a los niños. Tienes demasiada imaginación y deberías usarla para algo más constructivo.
Juan, ¿crees que Celia habrá aprendido la lección? – preguntó la madre de Celia a su marido
Estoy seguro cariño, estoy seguro…
Y es que lo que Celia no sabía es que sus padres y su hermano habían sido los responsables de todo aquello…
Los monstruos no existen niños... ¿o si?

lunes, 8 de febrero de 2010

LOLO Y LOS MONSTRUOS!!

Una noche, Lolo corrió llorando hasta la habitación de su mamá y su papá.
-“¡Hay un monstruo malo en mi habitación que me quiere llevar con él!”.
- “Lolo, cariño, los monstruos no existen” –le dijo mamá.
-“Que sí mamá, que yo lo he visto”.
Por más que intentaron convencerle no pudieron conseguir que Lolo volviese a dormir en su camita.
Esta situación se estuvo repitiendo durante varios días. Mamá no lo podía entender, porque Lolo siempre había sido un niño muy alegre y que no le tenía miedo a nada.
Mamá le preguntó una mañana a Lolo:
-“¿Por qué ahora de repente tienes miedo a monstruos?”.
- “Es que un niño en el cole dice que hay monstruos en nuestros armarios que vienen y nos llevan y nunca volvemos a ver a la gente que queremos”.
Mamá intentó convencer a Lolo de que eso no era verdad pero él se negaba a hacerle caso a mamá. Como la iba a creer, ¡se lo había dicho el niño más listo del cole!
Por fin llego el viernes y como todos los viernes, Lolo iba a dormir en casa de los abuelos. Mamá muy preocupada le contó a la abuela lo que estaba pasando.
-“No te preocupes, yo hablaré con Lolo” –respondió la abuela con una gran sonrisa.
Llegó la hora de irse a dormir y Lolo le dijo a su abuela:
- “¿Sabes qué estaría bien, abuelita?”.
-“¿Qué, Lolo?”
-“Dormir los tres juntos en la misma cama.”
No sé atrevía a decirle a la abuela que tenía miedo de los monstruos de armario y quizás de esa manera……
-“Pero Lolo, no entramos todos en una cama”.
-“Bueno, pues yo duermo contigo y el abuelito que duerma solo”.
La abuela quería que Lolo le contase lo que le pasaba así que le preguntó:
- “Lolo, ¿qué te preocupa?”.
Lolo comenzó a llorar y le contó a su abuela lo que le había dicho el niño más listo del cole.
-“¡Anda Lolo! A ese niño tan listo del cole se le ha olvidado decirte una cosa”.
-“¿Qué abuelita?”.
-“Pues que esos monstruos que dice que viven en los armarios sólo se llevan a los niños que nunca sonríen y siempre están enfadados. ¿Eres tú un niño de esos Lolo?”.
-“No abuelita, a mi me gusta sonreír y estar contento”. “Pues entonces no tienes nada de lo que preocuparte Lolo. Cuando te metas en la cama sonríe y duérmete contento y sin estar enfadado y nada ni nadie molestará tus sueños.”
-“¿Estás segura, abuelita?
-“Pues claro Lolo. ¿Has visto lo mayor que soy ya y nunca ningún monstruo me ha llevado con él? ¿Sabes por qué? Pues porque siempre que me voy a la cama me voy contenta y con una sonrisa.”
-“Pero es que el niño del cole…”
-“Lolo, aunque ese niño es muy listo, mamá y papá y los abuelos te queremos mucho y nunca te engañamos. ¿Pruebas lo que te he dicho?”
-“Sí, abuelita. Probaré.”
La abuela arropó a Lolo, le dio un beso, apagó la luz y salió de la habitación. Lolo, se quedó dormido con una gran sonrisa en la boca.
-“Abuelita, abuelita.” –gritaba Lolo, con una gran sonrisa bajando las escalera a la mañana siguiente-. “Tenías razón. Me he dormido con una gran sonrisa y ningún monstruo me ha molestado”.
La abuelita lo abrazó y le dio un gran beso. Lolo nunca más volvió a tener miedo de ningún monstruo porque todas las noches se metía en su camita con una gran sonrisa. Y desde aquel día también cada vez que el niño más listo de su cole le contaba alguna cosa, antes de tener miedo le preguntaba primero a sus papás y a sus abuelitos.
Así que ya sabéis, todas las noches cuando os metáis en la cama, hacerlo con una gran sonrisa y cuando algún niño os quiera contar alguna cosa, antes de creerle preguntar a quien más os quiere.